El sentido de la plataforma RIZOMARTE
“Los sentidos tienen su propia historia. La riqueza objetiva se despliega en la experiencia para desarrollar los sentidos, capaces de dar goces que actúan como fuerzas esenciales humanas”
Marx, Karl, Friedrich, Engels, Escritos económicos varios, México, Grijalvo, 1966, p. 87.
Históricamente el ser humano se diferencia del animal porque tiene la capacidad mental de proyectar múltiples soluciones materiales a sus necesidades, modelando la naturaleza para crear herramientas de subsistencia orientadas hacia un fin específico. La historia de la sociedad, no es otra cosa que la producción del hombre a través del trabajo como vía de desarrollo, que mantuvo su atención y orientó su voluntad y conciencia enfocadas hacia la materialización de objetivos, que pusieron en movimiento su corporeidad para perfeccionar su técnica a través de la repetición. De esta manera se formó como ser social formando a su vez a los de su entorno, al tiempo que creaba vínculos dinámicos donde se llevan a cabo no sólo la metamorfosis del sujeto y el objeto (transformación de formas) sino también de un metabolismo como intercambio de energía (transformación de contenidos). En este modo de producción primitivo existía una división de trabajo simple que se hizo por sexo, donde los hombres se dedicaban a la caza y las mujeres a la recolección y al pastoreo.
En la democracia desarrollada a finales del siglo V en Atenas, se observa que cuando las necesidades básicas de la población quedaron satisfechas, el uso del tiempo disponible dio paso a la política, es decir, se crearon asambleas en las participaba el pueblo y se deliberaba sobre diversos temas y problemas para planear a distintos plazos, al tiempo, en la cultura y el arte se manifestaban los ideales de la sociedad y todo aquello a lo que aspira el inconsciente colectivo a partir de la nueva técnica y fuerza de trabajo disponible. Poco a poco, la acumulación de producción facilitó la oportunidad del intercambio[1] en su sentido más amplio: objetos, alimentos, costumbres y lenguaje, demostraban las múltiples capacidades creativas que los seres humanos habían desarrollado hasta ese momento.
Con la existencia de la Oligarquía y la base social existente, Aristóteles inicia la reflexión de la economía en la Ética Nicomaquea y la distingue en dos, la primera: oikos, que parte de la administración de recursos que existen dentro de la familia y se relacionan con la agricultura, la producción artesanal, la pesca, etc., refiriéndose a su uso como lo necesario para la vida buena, este razonamiento lo extendió a la sociedad al plantearse que no sólo era un problema del hogar. La segunda: crematístika, que corresponde a la producción que tiene como fin último la ganancia.
Sin embargo Aristóteles vivía en una sociedad esclavista, el hombre era propiedad de un dominus (del latín, señor un maestro de casa, o sea un ciudadano que le asignaba actividades durante un tiempo específico). Es esta una división de trabajo precapitalista entendida como la separación de oficios seleccionados por los individuos de forma libre o establecidos por la esclavitud, que respondían a necesidades de grupos sociales reducidos y aislados.
La división del trabajo se fue complejizando hasta que aparecieron los oficios y con ella la división entre la ciudad y el campo, en la primera se desarrolló la especialización del trabajo y aumentó su productividad, como en el caso de las artesanías. En ese periodo, el desarrollo de las fuerzas productivas se manifestó sobre todo en el mejoramiento de los instrumentos de trabajo de metales, construcciones, transportes, tejidos, alfarería y orfebrería. Y es en este contexto técnico-económico donde surge el arte griego.
Estatuas Cariátides en la Acrópolis de Grecia
Para Hegel, los renacimientos artísticos estuvieron vinculados al estado subdesarrollado de las relaciones sociales, es decir, su esplendor radicaba en la dependencia a una estructura sólida de vida social, a contenidos definidos y formas tradicionales[3]. Para él, los pintores contemporáneos eran artistas “libres” y estaban condenados a su decadencia porque carecían de contenido absorbente al conocer sin devoción las épocas y estilos pasados.
En oposición a Hegel, Marx consideraba que “el modo clásico de producción en pequeña escala, tendía a impedir el desarrollo de las fuerzas productivas la concentración de la propiedad tenía que ceder a la socialización del trabajo, la declinación de la sociedad antigua junto con su arte, fue un fenómeno necesario y progresivo aún en contra de nuestros sentimientos”[4].
Esta estructura persiste durante el feudalismo desarrollado en la Edad Media, cuando el crecimiento de la población dividió la ciudad del campo[5]. Con el cercamiento de las tierras de pastoreo y su conversión a propiedad privada para la naciente industria textil, el señor feudal se convirtió en terrateniente y el maestro artesano en pequeño nuevo capitalista. Los campesinos liberados se convirtieron en los primeros proletarios, únicamente dueños de su fuerza de trabajo y que ahora venderían su única propiedad a cambio de un salario[6].
La industria recién creada requería mano de obra, los economistas y nuevos burgueses se percataron de que era necesaria la fuerza de trabajo del hombre, también llamado obrero, refiriéndose a su capacidad física y mental necesaria para realizar una parte del proceso total de producción; es esto lo que históricamente marca el desarrollo del capitalismo y el trabajo asalariado. Esta nueva división, dio oportunidad a que algunos hombres dedicados al estudio del arte y la ciencia favorecidos por la iglesia o banqueros, explotaran su ingenio revolucionando para siempre el mundo, ya que parte de ese desarrollo se dedicó a la industria que requería perfeccionar la técnica para reducir costos, lo que permitió la construcción de máquinas que sintetizaran los procesos para producir más y satisfacer la demanda que crecía con el aumento de la población.
El gran cambio contenía ya la contradicción existente hasta nuestros días, porque la creatividad alcanzó niveles extraordinarios jamás vistos, elevó al hombre a la categoría de cuasi dios pero sin darse cuenta, subordinó a éstas el sentido de la vida que hasta ese momento, se regía por una producción de sentido, dotada de características cualitativas. El dinero [7] también se convirtió en capital al volverse propiedad en manos de cualquiera con posibilidades de intercambio, una vez establecido como símbolo de riqueza y única ganancia, se redujo el valor del trabajo creativo, la teoría, el arte, la consciencia, la atención, la naturaleza y la historia del hombre, a criterios cuantitativos aparentemente objetivados.
Una de las cualidades del capitalismo es que todas las actividades humanas son susceptibles de ser comercializables, bajo su lógica, se les otorga un valor económico que las aleja de la razón de su existencia y deforma su verdadero sentido.
“El trabajo, según Marx, va más allá de una cuestión económica y se convierte en una categoría antropológica al ser una actividad personal que se vuelve social, con la que el hombre expresa sus capacidades físicas y mentales; es un medio en el que se desarrolla y perfecciona. Desde este punto de vista, el trabajo no es el camino para la producción de mercancías, sino un fin en sí mismo que debe de ser gozado”.
El Arte es un trabajo creativo que necesita tiempo para su desarrollo, es decir libertad, es una actividad que siempre debe fomentarse y practicarse como algo que acompaña de manera permanente, el desarrollo de otras disciplinas como las ciencias o la administración.
Las actividades artísticas: el dibujo, la pintura, la música, la escultura, la escritura, son necesidades para el hombre porque es ahí donde puede sentirse autorrealizado porque no está enajenado, es en el despliegue libre y consciente de sus capacidades donde él tiene el control del proceso y el resultado y desde hace miles de años es claro que las necesita, no es privilegio de unos cuantos, es cierto que no todos tienen la misma inclinación enfocada a las artes, pero también es cierto que todos los seres humanos crean en su entorno.
Por lo tanto, el Arte no debe entenderse desde la apariencia final del objeto, porque incluso la belleza y el sentido de estética no son capacidades heredadas ni surgen de manera espontánea, por el contrario, son percepciones que se desarrollan y el único medio para alcanzarlas es la práctica y la educación[9]. El valor del Arte debe entenderse desde la importancia de su práctica, porque sólo así se da el proceso de humanización.
Referencias:
[1] La relación producción - consumo están ligados en esta acción, son dependientes entre sí y guardan su contradicción, pues para perfeccionar la técnica se requiere la práctica y para que esta tenga sentido se requiere el consumo porque entonces quiere decir que es útil, de ahí que la oferta y la demanda sean la base del comercio.
[2] Crespo, Ricardo, Economía y política en Aristóteles [base de datos en línea] http://www.ciafic.edu.ar/documentos/Crespo_2002.htm 2002, [citado el 21 de abril de 2106] Disponible en CIAFIC
[3] Lifshitz, Mijaíl, La Filosofía del Arte de Karl Marx, México, Siglo XXI, 1981, p.69.
[4] Ibídem. p. 109.
[5] Hobsbawm, Eric, Formaciones económicas precapitalistas, Barcelona, Grijalbo, 1979, p.28.
[6] Marx, Karl, El Capital, Vol. I, en Capítulo 24 Acumulación originaria, México, Siglo XXI, 2005.
[7] El orden lógico-histórico de la evolución del trabajo es: trabajo productivo (época primitiva), mercancía (hace unos diez mil años los productos del trabajo se convierten en mercancías al ser intercambiados), dinero (cuando un objeto previamente establecido cumple la función de dinero, o de equivalente general cuando el trueque ya no es suficiente), y capital (cuando el fin ya no es el valor de uso sino la ganancia) falta saber cómo citar la nota al pie de página.
[8] El término enajenación se refiere a un sentimiento de separación, de estar solo y lejos de otros. Para Marx es una condición económica y social. “El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino a otro. Así como en la religión la actividad propia de la fantasía humana, de la mente y del corazón humano, actúa sobre el individuo independientemente de él, es decir, como una actividad extraña, divina o diabólica, así también la actividad del trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.” https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/man1.htm#1-4 [citado el 07 de junio de 2016].
[9] Lifshitz, Mijaíl, Op. Cit., p. 100. [9]