Hace unos años charlaba con un amigo perdido - ¿cómo crees que será la transición a la muerte? - él me respondió - Quizá es una cosa de consciencia. Cuando supe que estaba vivo ya tenía 5 años, quizá cuando me muera, ni siquiera voy a darme cuenta. -
La celebración del día de muertos es densa, la energía que fluye en la Ciudad de México, que es donde residí antes de volar a Salamanca, cubre a los habitantes en una atmósfera de recuerdo. Nos volvemos más sensibles y entre el 1 y 2 de noviembre, es ideal para acompañar a nuestro difunto durante todo el día, lloramos y reímos porque el dolor de perder al ser amado nunca termina, porque quizá lo necesitábamos más que él o ella a nosotros, porque a través de su vida descubrimos que estábamos vivos, porque cuando amamos nos descarnamos tanto que morimos por el otro.
Flor de cempasúchil
Hace un dos meses descubrí un lugar donde la vida y la muerte coexisten estrechamente y es visible. El campo está lleno de vida pero a cada paso que das encuentras a la muerte en una araña aplastada, un pájaro agonizando bajo la sombra de un árbol, buitres carroñeros sobrevolando un cadáver, tomates creciendo a la puerta de tu casa, flores resistiendo el rayo del sol que no quiere irse, la vaca que parió y la yegua que se fue. Una joven llena de vida y una señora de 96 años caminando en el límite.
Hasta que la conocí, entendí el significado de la frase - vive tu día como si fuera el último de tu vida - hasta ese momento, fui capaz de preguntarme ¿qué podía hacer hoy tan emocionante, tan sabroso y tan satisfactorio para que si mañana muriera, pudiera sentirme satisfecha de que lo último que hubiera hecho me habría llenado de gozo? El futuro ya no importaba porque el sitio donde me lo preguntaba me ofrecía lo esencial.
Vio partir a toda su familia y sólo le quedaba un hijo, en ocasiones lloraba porque Dios no se acordaba de ella, no entendía porqué seguía viva, quería irse ya, se sentía demasiado cansada y por las noches se preguntaba porqué seguía aquí después de haber soportado el dolor y sentir tanta soledad. Por el contrario, por cada día de estos yo agradecía que pudiera abrir y cerrar sus ojos, aprendía a confiar en que mis pies no se elevarían porque en conjunto, tenían peso y volumen que no desaparecían con los cambios. Su vida me quitaba el miedo a la muerte y enraizaban mis pies a esta tierra dorada.
Con este primer ensayo le dedico este trabajo a Ella que cada noche me miraba con la vista fija observando y recordando, soñando quizá y a veces durmiendo.
De corazón mexicano: Entre la risa y el llanto (ofrenda tradicional mexicana)
es el título de la exposición colectiva de fotografía que estará expuesta junto con un altar en la Biblioteca Pública Casa de las Conchas en Salamanca, España del 30 de octubre al 12 de noviembre 2017.
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