Hoy en día es muy común encontrarnos con discursos que se resisten a los cambios, cualquiera que estos sean, y en el ámbito que se presenten. Por un lado, por los retos personales y logísticos que estos pueden implicar, o bien, por nociones negativas sobre lo que significa un cambio. Lo último no es menor, pues es complicado hacer cambiar de parecer a las personas cuando hay un estereotipo de por medio. En un contexto sociocultural tan volátil, heterogéneo y convulso como el nuestro, podría resultar difícil pensar que la adaptabilidad a los cambios es factible. Sin embargo, se puede aprender mucho cuando algo no resulta como estaba planteado en un inicio.
Es sabido que como especie humana hemos tenido que adaptarnos a condiciones climáticas, sociales, políticas y culturales constantemente. En sí la propia vida representa un reto, con diversas pruebas que requieren de nuestra disposición y apertura al cambio.
Ejemplo de ello son los grandes acontecimientos históricos, que sin duda marcaron pautas en nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Conforme pasa el tiempo estos acontecimientos se van asimilando y estudiando a la vez, lo que resulta en una paulatina adaptación personal y social frente a dichos cambios. Nuestras vidas no son estáticas ni mucho menos homogéneas, de ahí la gran diversidad cultural que existe. Incluso en nuestra manera de relacionarnos con las personas hay cambios; nos adaptamos al círculo social en el que nos encontramos casi de manera automática.
Desde mi experiencia personal, considero que cuando se presentan situaciones que requieren de cambios, ya sean abruptos, obligatorios, planeados, inesperados, o involuntarios, existe una posibilidad para crecer y aprender de los mismos. Aunque los cambios puedan desembocar en consecuencias erróneas o inadecuadas a la situación que estamos viviendo, su análisis nos permitirá enriquecer nuestra forma de afrontar cualquier otra problemática. Además de su análisis, la adaptabilidad a los cambios implica una disposición a estos, que si bien puede causar incertidumbre al inicio, conforme avanza el proceso de adaptación a la nueva situación se desarrollan habilidades personales que son a la vez intrigantes y provechosas.
Por otro lado, el miedo a lo desconocido frena muchas veces nuestro actuar, lo cual es válido aunque no lo más recomendable. Específicamente en proyectos culturales sucede que los cambios, de cualquier naturaleza, pueden impactar en el resultado de los mismos. Cuando uno o varios factores se tienen que modificar, es necesario no perder de vista el objetivo del proyecto. Lo anterior nos ayudará a mantenernos en una misma línea teórica y por lo tanto práctica. Saber que en todo proyecto artístico y/o cultural hay una constante interacción con otras personas, nos ayudará también a crear conciencia comunitaria; es decir, a comunicarnos de la manera más asertiva posible con les demás.
En dado caso que todo el proyecto artístico-cultural se tenga que modificar, las posibilidades para incluir elementos innovadores en dicho proyecto aumentan. Así, aunque los resultados sean distintos a los planteados inicialmente, habrá otros que igualmente cumplan funciones culturales o cubran necesidades sociales. Finalmente, la disposición que tengamos ante los cambios determinará en cierta medida cómo se desenvuelve el proyecto en el que participamos, trabajamos o del que formamos parte.
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